martes, 26 de junio de 2012

La necesidad de reconstruir una base social


Con la crisis, además de la burbuja inmobiliaria ha explotado la burbuja democrática en la que, creíamos al menos, estar viviendo. El aumento de la brecha entre ricos y pobres, la supremacía de la lógica mercantil teniendo el dinero como prioridad por encima de todo lo demás y las innumerables injusticias cometidas (como por ejemplo que un desahuciado se vea obligado a rescatar con sus impuestos a la entidad que le echó de casa por la pésima gestión de sus directivos)  desenmascaran las enormes imperfecciones del sistema actual.

                Queda claro por lo tanto que el país necesita más que un rescate económico, un rescate moral que regenere las instituciones, libere a la política y ponga a las finanzas al servicio de la sociedad y el bien común. Esta debe ser la meta de la izquierda y del progresismo. Y para conseguirla, es necesario el apoyo de una base social amplia y poderosa pues la historia nos demuestra que ningún movimiento o idea, por más atractiva que parezca, se ha comido nunca un colín si no ha tenido detrás un apoyo muy mayoritario (o muy poderoso). Y aquí radica la dificultad del asunto. La sociedad actual no es la del siglo XIX y las recetas que entonces valían, han perdido eficacia. Las “clases sociales” se han fragmentado, un gran entramado cultural impuesto por la ideología dominante asegura la pasividad e indiferencia de la mayoría y la consciencia de clase se ha diluido.

Pero en este escenario adverso, el shock de la crisis y las medidas encaminadas a la aniquilación del Estado del Bienestar tomadas por los gobiernos están construyendo una nueva mayoría. Mucha gente ha salido ya a la calle y se espera que el número aumente, pues esto no ha hecho en realidad más que empezar y aún no hemos sentido la dureza de muchas de las medidas aprobadas en nuestras propias carnes. El reto debe ser canalizar toda esta frustración en activismo político progresista y evitar que caiga en el populismo. La desideologización (de la que ya hablé en otro escrito) desemboca en falta de cultura política que a su vez propicia el auge de extremismos. Es importante evitar que la masa enfurecida señale como culpable de su situación al inmigrante, al diferente e incluso a los políticos (que aunque puedan ser culpables, tampoco son los principales responsables de la situación). Los problemas son principalmente sistemáticos.

Por lo tanto, hay que aparcar la indiferencia y participar en la reconstrucción de una base social amplia y fuerte, moderna y transversal, que represente un auténtico frente común contra el neoliberalismo rampante. Absolutamente todos tenemos mucho que hacer en éste aspecto, y es crucial que lo hagamos, pues debemos demostrar que hay alternativa y sobretodo, que hay esperanza.

Adrián Sánchez
Secretari d'Organització
JSC Terrassa

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